El Portal

Las puertas de entrada (El Portal) marcan el límite que separa dos espacios: el espacio del mundo externo y el de la intimidad del hogar; el espacio del ruido y el del silencio; El espacio de la vida cotidiana y el de la reclusión y la reflexión.

Pero las entradas también son un punto de convergencia: el punto de encuentro entre una Intención para ingresar y una Invitación para ingresar. En todos los que pasan por ellos, una entrada produce un cambio de estado. Este es el caso, por ejemplo, con la puerta tradicional japonesa Torii o Shinto. El Torii marca la entrada a un santuario sintoísta. Algunos Torii se han construido en el medio del agua, para representar la entrada para aquellos que llegan en barco desde las islas vecinas. También fueron lugares donde la Llamada de los pescadores a los dioses del mar se unió a la Invitación de esos mismos dioses para recoger los frutos de su infinita generosidad.

Otro ejemplo de este encuentro entre las oraciones de los laicos y la bienvenida de lo divino es la torana, la puerta de entrada a una estupa budista. En el pai-lou chino, es la riqueza de la ornamentación la que marca la entrada a otros espacios.

Puertas como la Puerta del Sol en Tiwanaku en la alta meseta boliviana, construida por los pueblos originales de América del Sur, señalan la proximidad de un área ceremonial. Si uno deseara acceder al mundo no profano, el mundo
de conocimiento, uno tenía que cambiar algo dentro de uno mismo para poder escuchar la invitación de los dioses.

Inspiradas por los Shinto Torii, las puertas de entrada a nuestros parques perpetúan estas tradiciones ancestrales. Y reviven esa invitación de cruzar un umbral para entrar en otros espacios y aclarar nuestras preguntas internas en nuestros corazones …